El poeta desviste las palabras,
Las toca, una a una, dejando su huella.
Y en la tinta se le escurren las caricias de la espera.
Juega con la luna, con las piedras de la tierra,
se baña en los ríos de amargos desengaños, sin cadenas.
Busca el refugio de los besos desterrados,
del pasado que atrapa, que esconde y que mata.
El poeta desviste las palabras,
cree en las voces que reposan en la piel,
en la infinita espesura de la noche, su noche,
en el verbo que estrella con los astros,
que viaja solitario en cada mañana,
donde se esconde el bullicio
y se palpita con el alma anestesiada,
esa alma que grita tras la ausencia.
Sin reparos, los temores se apagan.