A muchas leguas del cubil dilecto,
Se esconden las letras de los proscritos,
Las voces se unen, se enredan y se ahogan,
Con el aullido de un perro que viene cruzando,
No existen respuestas:
la piel se despoja con el tacto entre sus huesos,
mis manos trepidas se esconden,
sudorosas resbalan con las pocas fundas,
De esa carne, su carne, conducida con gusanos,
No se puede entretener esa cadena de infortunios,
Generación espontánea, oscilación de sollozos,
Días que se funden, cirios en las manos,
Somos la saliva viscosa de los condenados,
De esos seres enajenados de la suerte,
Del murmullo en muchedumbre en la sopa de adicciones,
Ahora, ahora se dirige el fugaz caballero del calzado incinerado
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