Y en esa pequeña mancha, Juan
Estrada se despertaba buscando en los cajones de su armario un juego de sábanas,
otra vez su cama mojada y su hija seguía llorando. Los minutos transcurrían y
la nana de Teresa preparaba el desayuno, la luz del sol aparecía y con ella el
fiel arrullo en la mirada de la niña que muy pronto se dormía.
En la mente del joven Estrada el lema de un gran papá estaba sujeto a la
ausencia pues su esposa ya estaba enterrada, víctima de un parto, el dolor
punzante de las sombras que rodeaban la sala de urgencias del hospital de San
Pedro.
El tiempo transcurría y Teresa
balbuceaba entre noches de insomnio de un papá que allanaba en sus bolsillos del gabán un poco de
cigarrillos, ojeras y alcohol eran la constante llamarada de un cuerpo que no
despertaba emociones tras evocar sus infortunios. En más de diez noches se
preguntó si quizás sus comportamientos eran rasgos de imitación de su papá, un
hombre de barba canosa que
constantemente se le veía borracho y que él recordaba perfectamente, su
mamá; una la linda hetaira que recorría
las calles en busca del sustento para su hijo Juan Estrada Cardozo.
Volviendo a su presente, los ojos
retomaron su dirección, con la mirada de
la luna impactando el rostro de Teresa, la palabra se manifestaba, en esa húmeda habitación, el sonido de: “pa,ma” despertó a este Padre prematuro, muchos
signos de alegría empezaron a invadir el entorno. No eran lágrimas, era la
sonrisa plateada que se inmortalizó en los días de Juan y en la unión de las palabras,
ese eclipse de formas que cada padre admiraba, ya no había memoria para los
malos momentos.
Los meses pasaron convertidos en años, las manchas se fueron
hasta aquella mañana que la niña Teresa corrió entre las calles buscando a su
abuela, el tiempo se agotó, un autobús intento frenar pero no lo logró, gritos de dolor se apoderaron de la escena,
una tragedia que en un sol caluroso se estremecía. Muerte en la acera, amor
cortado y resignación, solo recuerdos de aquellas frases e idilios.
…el mejor despertar para Juan Estrada Cardozo que corriendo hacia la
última habitación del pasillo de su casa, abraza a su hija Teresa.
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