Remedio para el alma desolada: es necesario destrozar los espantos, fumar sus pasos y dirigir la suerte con un rostro encaminado tras luminosos senderos que conducen a la alcoba de su boca, en ese
encuentro quisieras morder ese rojo
carmesí, tocar el vientre de tu amante, moviéndote despacito para abrir
esa puerta del deseo, el cumulo de ganas
ha sobrepasado la poderosa resistencia de la fémina con caras opuestas.
Y ahora, siento apetito pues sus manos reposan sobre mí cara, no se puede aniquilar las ganas
de recorrer el mundo tras la abertura de ese traje de seda donde podría habitar sin
detenerme a pensar que el tiempo sigue pasando, me inscribo al refugio de sus
paredes oscuras, a su compulsiva lengua que atrapa las ganas de este viajero sin equipaje, tan
solo ella, evoca los demonios, esa es
su suerte, dama de mil colores que se mueve en los rincones de mis anhelados desvelos.
Vivo por la necesidad de
encontrar esas almas que me acorralen con sus mantras, que se muevan al paso del viento y circunden las orillas de
un corazón derrotado esperando que lo ataquen y busquen en un nuevo mañana esos
renáceles de suspiros florecidos,
rebeldes y con causas perfectas.
Existe la necesidad de mirar el
día, mirar el día y callar, son minutos
en la vida que se pueden contemplar, observando paisajes con montañas radiantes
impuestas por los siglos. La misión es no ocultar todo el amor que un cuerpo pueda emanar pues este se apaga haciendo un recorrido entre las sombras que contendrán los residuos
de esas piernas cansadas en sus días de tanto andar por la misma cuadra, por la misma avenida en la que un hombre se empieza a asfixiar.
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